martes, 14 de junio de 2011

Aire

Y tal vez este pergamino comience a marchitarse, impregnado de humedad, de ésa de la que nunca podemos escapar. Así como mis palabras ya se ven teñidas de óxido, de lo que inexorablemente siempre nos alcanza. La frescura nace y existe, pero no será duradera. Oraciones gastadas, uniéndose a la montaña de tierra donde están todas las demás. El agua que hoy refresca, estancada algún día será la que pudra y desintegre lo más lindo y brillante que quede de nosotros.
Y la opacidad... Y el volverse rígidos, mientras otros alrededor prueban nuevos brincos: El agua también los alcanzará. Es necesario.
La luz de todo fuego se apaga.

Y mi pretenciosa imaginación, herencia de todas las que ya están muertas.



Y el final de esta entrada, que no llegó a decir lo que esperaba ser dicho.
.

viernes, 11 de febrero de 2011

Lo liviano

¿Y todo lo que era el medio se ha convertido en el fin? Hablar e inventar el lenguaje para estar cerca del otro, ¿nos llevó a idolatrar a las palabras y la poesía como reflejo imperturbable del propio interior, ajeno a la inmiscusión de la insoportable rutina social?
Pensar científicamente para optimizar el hacer ¿nos hace olvidarnos de movernos y construir, sumidos en el invisible mundo de lo abstracto?
Un mamífero depredador no se detiene ante un cuadro impresionista. Es tan absurdo para él entrar a ese universo de consideraciones inexactas e inútilmente inacabable, como para El Principito ver a alguien apropìarse de estrellas intangibles y remotas cuya posesión le permitiera comprar más, para administrarlas e invertirlas infinitamente.

¿Desbordarse y volver a ser no humanos? ¿Vivir y subsistir? ¿Desengañarse de lo irreal? 
¿Dormir?
Y finalmente detenerse ante la previsible y larga cadena que estas conclusiones desarrollarían.
Sin un por qué.
.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Elemento

Nos sentimos más unidos a los que nos toca azarosamente que a lo que elegimos con un motivo.
Encontrar por casualidad el nombre propio de un desconocido en Internet y dirigirnos por pura curiosidad a las manifestaciones que de aquel personaje vayan apareciendo en ese mismo universo hace que lo juzguemos como a una persona cercana, como una prolongación de uno mismo. La "vergüenza ajena", la piedad, la voluntad de pasar por alto los errores o la falta de talento suficiente, la mirada que penetra las apariencias y quiere acercarse a las emociones más básicas y primitivas de quien se observa, sólo nos llegan cuando hubo una unión con aquel nombre, anterior al encuentro con sus imágenes y sus actos concretos. Misteriosa siempre, aunque inconscientemente a veces; eso es lo que la dota de "magia" o inaprensibilidad: Ya no operamos con la lógica de siempre aunque querramos intentarlo.
Saber de antemano que lo que estamos a punto de presenciar es la obra de un pariente, no necesariamente conocido, traerá una sensación distinta a la habitual cuando nos veamos en la obligación ineludible de juzgar: Adoptamos momentáneamente el lugar de quien está enfrente, sabiéndonos víctimas de la otra parte de nosotros que, con cierto toque de crueldad, irrefrenablemente opinará.
Es la misma molestia que se experimenta al tropezarnos con alguna expresión de quienes fuimos años atrás: Fotos, videos, grabaciones, escritos, creaciones...
Tampoco somos neutrales nunca a la hora de analizar lo producido por alguien a quien queremos mucho. Nuevamente, la unión previa e irracional nos aleja de un posible acercamiento a la visión externa, que esté motivado sólo por causas específicas de la circunstancia. Habrá improntas exageradamente positivas y exageradamente negativas que quienes no estén envueltos en este llamativo fenómeno no verán.
Lo que no elegimos: Familia, recuerdos de la infancia, nacionalidad, lugares recorridos, vínculos antiguos... se nos mete invasivamente en nuestra endeble sensación de identidad más que aquello que adoptamos en contra o a pesar del azar: Gustos estéticos, amistades, decisiones, actitudes, creencias; todo lo cual, por el contrario, sí somos capaces de apreciar con algunos criterios coherentes y modificar a partir de ellos, recibiendo una sensación de constante crecimiento y de libertad. Son dos partes irreconciliables de la propia consciencia, infaltables ambas en la constitución de la personalidad, enfrentadas durante la mayor parte de la vida. Es el instinto versus la cultura. Las emociones básicas destinadas a nuestra supervivencia versus los pensamientos sofisticados enfocados a un ideal inalcanzable. La mentira de la limitación del mundo a nuestro cuerpo versus la mentira de la inmortalidad y la omnipresencia... Y la resignada e inútil conciencia de ambas.
.

martes, 16 de noviembre de 2010

Código 816

Porque si lo hago me voy a arrepentir, y si no lo hago, también. Un número que me persigue y me recuerda lo que aun no murió. Dejarlo perecer y esperar a que algo nuevo nazca... o usar este pequeño pedazo casi extinto para rescatar lo que fue. Saber que nadie comprende. Salvo quien no debo nombrar...
Percibir que mi subjetividad emotiva y mi circunstancia personal invaden este espacio originalmente abocado a lo universal. Sentir que mis oídos se cierran, y sospechar que se deba a que la música (forma de nombrar ese aspecto que se me expresa transparentemente, sin mediaciones de tiempo, esquema o lenguaje) dañaría lo que ya no puede sanar... Cansarse de ese ciclo nocivo y apasionante que ella provocaba fenixianamente. Conocer el error pero extrañarlo al fin. Convertirse en un ser sensato que al mismo tiempo presiente la gran farsa de vivir lógica y estructuradamente una vida que es corta e irracional.

Narcóticamente...
.

lunes, 16 de agosto de 2010

Simplemente

Lo dejé ahí. Abrí la puerta del negocio llevando mi nuevo libro en la bolsa, sabiendo que no volvería a ver al otro ni a tenerlo entre mis manos. Si él hubiera regresado a mi casa en La Plata habría dormido olvidado dentro del mueble: nunca habría vuelto a consultarlo, nunca se lo habría recomendado a algún amigo para que lo lea, nunca habría sido de mucha utilidad para nadie.
Pero lo dejé. Mientras caminaba hacia la parada de taxis, mi mente iba hacia atrás sobre mis pasos: Él se quedaría en ese lugar mientras yo me iba. Un hijo abandonado, a quien nadie valoraría más que quien lo sintió propio. Porque poco podía dar por sí mismo, más que una rasa lectura y la remisión a algo mejor con qué compararlo.
...La portada azul que ya no volvería a ver; el recuerdo de haberlo tomado hacía tiempo de una mesa llena de ofertas; la promesa ahora irrealizable que había hecho a mi mamá, sólo un día antes, de prestárselo más adelante, aun sabiendo que le convendría más otro que tratara mejor el mismo tema y aun sabiendo que ella seguro la olvidaria...
Llevé mis pensamientos de regreso al presente y los enfoqué hacia mi nuevo libro, el que obtuve a canje del otro: todavía sin leer, necesario de conocer, útil de tener, el cual recibiría muchas más consultas y despertaría más curiosidades de parte de quien lo viera conmigo. Todo fluye: El pasado queda atrás y lo nuevo es lo que vale, lo que aún no sucedió.
...Sin embargo, sepanlo:
Dejar a un libro duele.
.

martes, 11 de mayo de 2010

Primaveras

Morir es desaparecer. Dejar de ser. De chica me ponía a reflexionar sobre esta cuestión antes de dormir diciéndome que al momento de pasar al estado de sueño mi pensamiento consciente iba a detenerse y por lo tanto "YO" dejaría de existir hasta dentro de unas horas; y esta enigmática transición me angustiaba y me enloquecía. Las teorías reencarnacionistas argumentan que una persona puede cambiar sus vestiduras durante su vida y sin embargo seguir siendo la misma, y así, el alma puede cambiar de cuerpos durante siglos y seguir manteniendo su esencia. A lo anterior yo objeto: ¿Somos los mismos a lo largo de LA vida? ¿Cuántas actiitudes, convicciones, sentimientos esenciales hemos cambiado hasta el día de hoy? ¿Cuántos de ellos mantenemos hipócritamente para seguir viendo una imagen interior del que alguna vez fuimos y con la cual nos sentíamos férreamente identificados?
Para que algo nazca algo debe morir. De eso se trata cualquier cambio en el universo (o al menos es lo que mi humilde percepción "sabe" hasta ahora). Lo que hoy me gusta o hago y que hace diez años creía que nunca me gustaría o haría implicó cierta muerte de alguien que estaba en mí. Lo que un joven idealista se promete seguir siendo a pesar del paso de los años y de las circunstancias adversas no contempla los cambios que irán ocurriendo en sí mismo a partir de ese instante. La permanencia no existe. El ideal de ser el mismo hasta el fin es iluso. Vivir es crecer, desarrollarse, enriquecerse, y sobre todo elegir. Desgraciadamente, todo eso va a necesitar de muchas muertes....
La infancia muere, las células mueren, el amor muere, los ideales mueren, los recuerdos mueren, las costumbres mueren. En definitiva: Todo lo que "nos hace". Porque ciertas cosas, lamentablemente, no pueden coexistir...
Los filósofos llamaban "conato" a la tendencia que tienen los entes a permanecer en su ser, a seguir existiendo. Cada nacimiento se enfrentará, por tanto, a esta resistencia del que debe morir. Cada cambio asusta. Todo duelo es trágico y si verdaderamente tomáramos consciencia de todos los que hemos transitado sin darnos cuenta por aquello que hubo en nosotros y que ya no está, la melancolía paralizante inevitablemente nos ganaría.
Pero yo opto por celebrar cada nacimiento. No creo en la inmortalidad de mi alma (no creo que exista una independiente a mi cuerpo material), pero sé que la muerte física no va a ser muy distinta a todas las que ya viví y las cuales ya no lamento (porque quien sufría mientras agonizaba ya no está... dejó de ser). Sólo "soy" quien soy ahora. Ni el pasado ni el futuro existen más que como conceptos, ininfluyentes a mi esencia. Que disfruten los gusanos, pues.
.

martes, 16 de marzo de 2010

White (Wait).


Quizá me cueste comenzar a escribir algo en este espacio. Lo escrito genera mucha más inquietud que lo hablado, por ser un poco más imperecedero. Quien relea un pensamiento que abandonó en un papel o una pantalla ya no será el mismo que lo escribió. Nunca somos los mismos...
Es muy difícil mantener un hilo argumentativo cuando muchos pensamientos simultáneos se dan en el mismo cuerpo... La búsqueda desesperada de coherencia discursiva muchas veces resuelve esta problemática a través de las pequeñas mentiras a uno mismo, que borran las imprecisiones del "sistema".
Esa misma ansiedad es la que en este momento me impide terminar ya mismo con la primer entrada y me impulsa a continuar con esta larga reflexión para arribar a alguna conclusión que todavía no poseo y por lo tanto debería "inventar"...
Por hoy, no voy a acatar sus órdenes.
.